De cuando vendíamos y exportábamos obras del Greco

Por María José Martínez Ruiz (Universidad de Valladolid).

En un año en el que el signo de la vida cultural y expositiva viene marcado, en gran medida, por el recuerdo a la obra del Greco en sus múltiples enfoques –como artista maldito, singular y, en todo caso, como creador único dentro de la historia de la pintura universal–, tal vez sería interesante permitirnos unos minutos de mirada retrospectiva hacia un tiempo en el que el cretense comenzaba a ser rescatado de un apreciable e injustificable olvido: los primeros años del siglo XX. Y es que el inicio de dicha centuria trajo consigo la redención de su memoria por parte de la historiografía y el coleccionismo de arte. Si bien, desafortunadamente, tal recuperación también conllevó, a su vez, la perdida para el patrimonio cultural de España de algunas preciadas obras que durante siglos se habían preservado, e incluso olvidado, entre los muros de templos, catedrales y viejas casas nobiliarias.

El Greco, M. B. Cossío, Madrid, 1908.

El Greco, M. B. Cossío, Madrid, 1908.

La gran exposición dedicada al maestro en el Museo del Prado, organizada por José Villegas en 1902 y, sobre todo, el estudio de M. B. Cossío, desarrollado en esos años y editado en 1908, conllevaron un inusitado interés hacia la obra del Greco que traspasó las fronteras españolas. Por tal razón, para Pérez Sánchez aquel acontecimiento trajo funestas consecuencias para el patrimonio nacional, pues dio a conocer un buen número de obras que poco tiempo después fueron vendidas y exportadas. Aquél catálogo de Cossío aparecía, por primera vez, cumplidamente ilustrado con un amplio reportaje fotográfico, gracias al cual era fácil realizar un valioso recorrido sobre obras presentes en diversas colecciones eclesiásticas y nobiliarias. Algo que no sólo vendría a satisfacer la curiosidad de los historiadores, críticos, y amantes del arte en definitiva, sino, especialmente, de coleccionistas y marchantes. Es preciso tener presente que, en los primeros años del siglo XX, los tesoros artísticos del país venían despertando gran atención en el mercado internacional de antigüedades y, entre ellos, la escuela española de pintura gozaba de gran aprecio. Tras el terrible despojo experimentado por las colecciones pictóricas del siglo XVII a lo largo del siglo XIX, tras la ocupación francesa y las sucesivas desamortizaciones eclesiásticas, llegados a las primeras décadas del siglo XX, no eran tantas las obras de Velázquez, Murillo, Zurbarán… a merced de las insaciables apetencias del mercado de arte. El redescubrimiento de un artista que, tal y como señalaban buena parte de sus estudios, venía a sintetizar como pocos el misticismo, religiosidad y espiritualidad propios de la cultura española, no habría de pasar inadvertido a los grandes marchantes de arte, prestos a satisfacer la nueva y pujante demanda de antigüedades españolas que llegaba desde EE. UU. Aquellos supieron reconducir el gusto de sus clientes hacia la obra de un artista como El Greco, cuya pintura, absolutamente original y muy enraizada, a su juicio, en la tradición cultural hispana, era aún de fácil adquisición en el mercado español. Era posible hacerse, sin gran dificultad, y a unos precios más asequibles que los referidos a los grandes maestros del siglo XVII, con interesantes ejemplares en templos, catedrales, y principalmente en las casonas de los viejos linajes nobiliarios venidos a menos, cuyos representantes parecían dispuestos a rentabilizar buena parte de su herencia.

Joaquín Sorolla, Marqués de la Vega Inclán, Casa Museo El Greco, Toledo.

Joaquín Sorolla, Marqués de la Vega Inclán, Casa Museo El Greco, Toledo.

Además, luego llegaría la Casa-Museo del Greco en Toledo, que no haría sino reforzar la promoción y difusión internacional de la obra del maestro. El denodado esfuerzo del marqués de Vega-Inclán, cual visionario gestor cultural, en la puesta en marcha de tal institución, tan solo fue comparable a su hábil e infatigable labor como marchante clandestino. Pues, no en vano, tal centro llegó a convertirse en un lugar de cita obligada, no sólo para aquellos que desearan descubrir la obra del cretense, sino también de quienes pudiesen hacerse con alguno de sus lienzos. A Toledo llegaron algunos de los grandes coleccionistas norteamericanos de la primera mitad del siglo XX: el matrimonio Havemeyer –puede que los principales coleccionistas de la obra del cretense en EE.UU. en ese momento−. Y no fueron los únicos, la fiebre por la obra del cretense se fue extendiendo de tal modo, que no tardaron en llegar falsificaciones y malas reproducciones al mercado, con el turbio propósito de satisfacer, de cualquier modo, la amplia y rentable demanda. Todo lo cual explica que en un breve espacio de tiempo, que se centra en esos primeros años del siglo XX, un considerable número de obras de El Greco saliera de España y pasara a formar parte de diversas colecciones particulares e instituciones museísticas norteamericanas. Álvarez Lopera llegó a cifrar en cerca de diecisiete los lienzos importantes del artista que hubieron de salir del país solo entre 1900 y 1908.

William Randolph Hearst y su amante, Marion Davies en Toledo.

William Randolph Hearst y su amante, Marion Davies en Toledo.

Fue el caso del Retrato del cardenal Fernando Niño de Guevara, vendido en 1904 por la condesa de Añover y Castañeda, al igual que La Vista de Toledo, lienzos que fueron adquiridos por los Havemeyer y hoy se conservan en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York; El Retrato de un Hombre, obra que pasó por las manos del pintor Aureliano Beruete, y hoy se exhibe en el mismo museo neoyorkino; el Retrato de San Jerónimo, liquidado por la catedral de Valladolid en 1904 y hoy en la Frick Collection de Nueva York, o el Caballero de la Casa de Leiva, vendido junto con el anterior, por el mismo cabildo, y cuyo destino actual es el Montreal Museum of Fine Arts. Es preciso citar, asimismo, los lienzos de San Martín y el pobre, y Virgen con el niño, Santa Martina y Santa Inés, procedentes de la Capilla de San José de Toledo, cuya venta fue denunciada por Elías Tormo en el Senado en 1907. Ambos lienzos hoy se conservan en la National Gallery of Washington. Por las manos del marqués de Vega Inclán pasaron algunos de los grecos que acabaron saliendo del país en esos años, fue el caso del Retrato de una dama, hoy en una colección particular de Filadelfia, o la Inmaculada Concepción que hoy exhibe el Museo Thyssen-Bornemisza. Podemos citar, asimismo, La Magdalena Penitente que adquirió el Nelson Atkins Museum, apenas por hacer una brevísima relación de obras del cretense que salieron del país durante los primeros años del siglo XX.

Vista de Toledo, Metropolitan Museum of Art, Nueva York Procedente de la colección H. O. Havemeyer.

Vista de Toledo,
Metropolitan Museum of Art, Nueva York
Procedente de la colección H. O. Havemeyer.

San Jerónimo, Frick Collection, Nueva York Vendido por la catedral de Valladolid en 1904.

San Jerónimo, Frick Collection, Nueva York
Vendido por la catedral de Valladolid en 1904.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dicho tráfico internacional de obras del Greco contó con el inestimable respaldo de algunos reputados estudiosos, artistas, coleccionistas y marchantes. Fue el caso del ya citado Marqués de Vega-Inclán, Aureliano Beruete, los Madrazo, Raimundo Ruiz… y, naturalmente, de todos aquellos regentes eclesiásticos y herederos de viejas colecciones nobiliarias que tuvieron a bien liquidar parte de los tesoros que regentaban a fin de sostener una maltrecha economía, o nutrir una poco disimulable codicia. Claro que también se dieron paradojas tales como las del propio Benigno de Vega-Inclán i Flaquer; para el marqués, sus ventas tenían una clara justificación: llevar a cabo sus proyectos culturales. En tal horizonte cabía el planteamiento de vender obra original del Greco, para crear un Museo dedicado al Greco. Luces y sombras, en definitiva, de nuestra propia historia.

Bibliografía básica:

  • ÁLVAREZ LOPERA, J., De Ceán a Cossío: la Fortuna crítica del Greco en el siglo XIX, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1987.
  • COSSÍO, M. B., El Greco, Hijos de J. Thomas, 1908.
  • KAGAN, R., “El marqués de Vega-Inclán. ¿Defensor o expoliador del Patrimonio Artístico español”, SOCÍAS BATET, I. y GKOZGKOU, D. (eds), Nuevas contribuciones en torno al estudio del coleccionismo de arte hispánico en los siglos XIX y XX, Gijón, Trea, 2013, pp. 193-204.
  • LAVÍN, A. C., “La consagración del mito del Greco en Toledo: Vega Inclán, el Museo del Greco y el homenaje de 1914”, El Greco, Toledo, 1900, Madrid, Ministerio de Cultura, 2008, pp. 171-210.
  • MARTÍNEZ RUIZ, M. J., La enajenación del patrimonio en Castilla y León (1900-1936), t. I, Salamanca, Junta de Castilla y León, 2008.
  • MENÉNDEZ ROBLES, M. L., El marqués de Vega Inclán y los orígenes del turismo en España, Madrid, Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, 2006.
  • MERINO DE CÁCERES, J. M. y MARTÍNEZ RUIZ, M. J., La destrucción del patrimonio artístico español. W. R. Hearst: “El gran acaparador”, Madrid, Cátedra, 2012.

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